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Sobre mí

Me llamo OleÅ„ka y soy violinista. Llevo encima una trayectoria de aprox. 25 años. Hija de padre violinista, hermana de violinista. Mi madre, por si te lo preguntas, no es del mundillo.

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Mi relación con el instrumento siempre fue muy natural, algo que me gustó desde el principio y de lo que no dudaba. Estaba claro: bachillerato musical y luego el grado superior.

Y Luego
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¿Y luego?

Luego estaba cansada, muy cansada. Pero el mundo te presiona. O mejor dicho, muchos nos dejamos influir por la presión del mundo: Hay que”. Así que me forcé, y no salió. Y gracias a eso empecé con los primeros intentos de responsabilizarme conscientemente de marcar mi propio ritmo. Y eso hice en ese año. Viviendo en Alemania, aprendí el idioma e hice mucha música de cámara. Lo que me vino genial. Y ahí empecé a tener ganas de estudiar de nuevo, es decir, de hacer un máster. Y es lo que hice. 

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Pero el cansancio que ya conocía de después del grado superior volvió a aparecer, con sus bloqueos, desgana y sobre todo, el darme cuenta de que no quiero lo mismo que todos. Y ahí dudas, lógicamente, porque te sales de la media. No te interesa realmente hacer pruebas, ni vivir a cualquier precio ni en cualquier sitio a cambio de tocar en una orquesta, ni escuchas música clásica non stop cuando vuelves a casa, ni quieres hacer un curso de verano con no sé quién. Sin embargo, intentas encajar, y eso te cansa aún más. Y te haces preguntas. Cada vez te gusta menos subirte a un escenario, porque tocas para complacer “a otros”. Cada vez empiezas a querer tocar más perfecto y a sentir más nervios. Y ves que realmente no hay propósito real detrás de todo el esfuerzo, porque tocar el violín se ha convertido en un 80% en buscar “la plaza” y ya. Incluso en mi caso, sin prácticamente hacer pruebas, el foco en las clases, máster y el círculo que me rodeaba era eso: pruebas, plaza fija, “estabilidad”, con lo cual tocar el violín (algo que siempre me había encantado) estaba empezando a tener una connotación únicamente de presión.

 

Por aquel entonces observaba con mucha curiosidad y envidia la determinación de los demás. Yo no la tenía. Ahora sé que es porque no sabía lo que realmente quería. No me dejé el tiempo para saberlo, seguí haciendo “lo lógico”, “lo que se supone que hay que hacer”, aunque con claros atisbos de querer ir en contra.

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Y así fui a parar a la final de una prueba, la prueba que inició  mi nueva era con el violín.

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Te pongo en tesitura: la preparación de la prueba fue estudiar estudiar y estudiar entre ensayos, conciertos y funciones a base de cafés y panes de la cantina del teatro de Mainz. La primera ronda con sus nervios de manual. La final con sus nervios multiplicados por 300. No quería tocar.

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Estaba literalmente diciéndome “¿qué hago yo aquí?, yo no quiero esto”. Pero volvemos a la determinación: si tú no la tienes, acabas haciendo las cosas que crees que tienen que ser hechas.

 

Tocar esa final fue clave en mi trayectoria violinística, porque después de tocar, mi cuerpo necesitó liberar toda la tensión en forma de lágrimas. Y mientras lloraba veía sonreír a algunos compañeros que también habían tocado, se percibía su orgullo, en algunos su neutralidad (al menos por fuera), y sobre todo, al preguntarles vi que eran capaces de darse su propio feedback de manera mucho más objetiva que yo. Adivina cómo era mi propio feedback: una m**rda. No había absolutamente nada bueno. Todo mal. Cero compasión. Ahí es cuando por primera vez me hice consciente de que mi diálogo interno era suficientemente nocivo.

 

¿Y qué es lo que hice con esa toma de conciencia?

 

Pues si el camino por el que iba me había plantado un muro contra el que me daba cabezazos y me impedía avanzar, decidí dar media vuelta, salir de ese camino y probar otra cosa: parar. Parar de hacer pruebas porque se supone que hay que hacerlas. Parar de estudiar porque sí. Parar de postergar la capacidad de estar satisfecha tal y como están las cosas a cuando “tenga la plaza” o “logre lo que se supone que hay que lograr”. Y fueron múltiples herramientas las que impulsaron el cambio. Porque no se trata sólo de lo que haces con tu instrumento, sino cuál es tu relación contigo y con el resto de tu día. Parar para escucharte. Escucharte para conocerte. Conocerte para saber qué es lo que quieres. Y desde entonces todo es diferente. Diferente como quiero. Y ahora quiero ayudar a aquellos que quieren hacer las cosas de otra manera.

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Con lo cual…
       ¿quién soy?

Soy violinista profesional, en activo. Vivo de tocar. Tengo mis grados profesional, superior y el máster. También soy coach certificada. Tengo mi formación de coaching con inteligencia emocional acreditada por ICF y ASESCO, y la formación de "experto en emociones" acreditada por ICF.

 

Pero lo que de verdad importa es que tengo una trayectoria de bloqueos e insatisfacción con el violín y el sistema de este mundillo nuestro paralelo, así que si algo de lo que acabas de leer te suena familiar y quieres que hablemos, estaré encantada de conocerte :)

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